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Los cotos cerrados
Rondando la verdad y por fuera de ella, las cosas no son como son, sino como se quiere que sean. Razonar es frecuentemente gimnasia que deslumbra; filosofar, maravilloso arte que encanta; teorizar, taumaturgia que seduce, alucina, hipnotiza. Y razonando, filosofando y teorizando, se alzan suntuosos edificios que la más suave brisa desmorona. Tan frágiles y deleznables son sus fundamentos.
He aquí que los hombres abren surcos en la tierra, colocan en ellos recios mampuestos, levantan sobre éstos sólidos muros. Cada uno cierra su coto. Y comienza la maravillosa obra de arte. Aquí, en caracteres fulgurantes, la palabra idealismo. Allá, en férreos signos, la palabra materialismo. Por doquier palabras y palabras. Deísmo, panteísmo; aristocracia, democracia; autoridad, libertad; creación, evolución. Hay andamiajes para todos los gustos. Los artífices llevan nombres gloriosos: Platón y Aristóteles, Descartes, Kant, Hegel y Spencer. Descubrámonos reverentes ante tal grandeza.
Ya estamos separados en sectas, escuelas y partidos. Mil bifurcaciones, mil ramas, mil matices más esculpen en la historia otros tantos nombres imperecederos. Cada uno elige su coto y allá nos encerramos con una lógica propia, con una peculiar filosofía, con una tesis que excluye, que disgrega, que separa. El pensamiento queda esclavo de su propia obra.
Sistematizar es labor de ciencia y sistematizando nos cerramos a la ciencia: dogmatizamos. He ahí la razón de todo coto cerrado.
Alegrémonos de que se derrumben los muros; de que se vengan abajo los palacios. Hay arte y belleza y ciencia en todos, ninguno es el arte, ni la belleza, ni la ciencia. Obra de los siglos que fueron y de los que vendrán, jamás estará conclusa.
Mas allí donde se alzara un nuevo andamiaje, donde se abrieran nuevos surcos y se edificaran nuevos muros, comparece con tus picos demoledores y no dejes piedra sobre piedra. El pensamiento requiere el espacio sin límites, el tiempo sin término, la libertad sin mojones. No puede haber teorías acabadas, sistematizaciones completas, filosofías únicas, porque no hay una verdad absoluta, inmutable; hay verdades y verdades, adquiridas o por adquirir. Filosofar y razonar es aceptar las unas, investigar las otras. No más. Analicemos, investiguemos, guardándonos de acotar nuestro propio entendimiento. A esta condición, gimnasia, arte y taumaturgia intelectual tienen ancho campo de acción y de expansión.
Y si hallaras en tu camino de acción quien intente detenerte ante las magias del ideal o ante las realidades de la materia o ante las impulsiones de la pasión, reflexiona andando.
Ideal, sí; aspiraciones nobilísimas de humano intelecto que vuela hacia la Belleza, hacia la Justicia, hacia el Amor, salúdalas con la emoción de los divinamente humano, grande sobre todas las grandezas.
Materia, sí; realidad objetiva de todo lo que existe, que soporta todo lo pasado, todo lo presente y todo lo venidero; arcano donde la idea fragua el futuro, compendia la Naturaleza y forja las leyes de la existencia universal, abrázala con el amor de sí mismo, de la propia carne y de los propios huesos, de la propia sustancia y de la propia fuerza, que ella es trasunto acabado y definido de lo que no tiene principio ni fin, ni en el tiempo ni en el espacio.
Pasión, sí; flujo poderoso, magnetismo irresistible de la sustancia y de la fuerza; motor grandioso de la acción y de la vida; impulso y atracción, amor y odio; reverénciala como el alma inagotable de todo lo que es arte y sentimiento, razón e idealidad.
Sin pasión es el hombre bloque berroqueño en la indiferencia de la materia inerte. Sin ideal, es como el cerdo que chapotea la bazofia que le engorda. Sin materia, vísceras, órganos, arterias, miembros, sería como esas alucinaciones de los vesánicos creadores de espíritus, que forjan realidades allí donde no hay más que delirios.
Sueña cuanto quieras, apasiónate como quieras, pero reflexiona andando, que son cuerpos reales con órganos y necesidades reales; que la idea es cosa grande, magnífica; el sentimiento cosa bella, óptima; y el estómago una víscera que requiere alimentos, el cerebro un órgano que demanda oleadas de sangre rica, el cuerpo un organismo maravilloso que se nutre de cereales y carnes y también de ideas. Un buen trozo de pan lleva en sus átomos las más geniales creaciones de los Platón, los Aristóteles, los Kant y los Spencer.
Conquista, pues, el pan y también el ideal; todo en suma, pan para el cuerpo, pan para el alma, pan para el cerebro. Y que los artífices de cotos cerrados se queden en la soledad de sus vetustos palacios.
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The Private Preserves
At the margins of truth, things are not as they are, but as we wish they would be. To reason is often to engage in a dazzling gymnastics; to philosophize, a wonderful art that enchants; to theorize, a thaumaturgy that seduces, deludes and hypnotizes. And reasoning, philosophizing and theorizing, we raise up sumptuous buildings—with such fragile, crumbling foundations that the softest breeze knocks them down.
Behold, men dig furrows in the earth, place sturdy masonry in them and build solid walls on them. Each one closes off his preserve. And the wonderful work of art begins. Here, in glowing characters, the word idealism. There, in iron signs, the word materialism. Everywhere words and words. Deism, pantheism; aristocracy, democracy; authority, freedom; creation, evolution. There are frameworks for all tastes. The artificers bear glorious names: Plato and Aristotle, Descartes, Kant, Hegel and Spencer. Let us doff our caps in reverence before such greatness.
We are already separated into sects, schools and parties. A thousand bifurcations, a thousand branches, a thousand more nuances carve in history as many imperishable names. Each chooses their own preserve and there that lock ourselves away with a logic of their own, with a peculiar philosophy, with a thesis that excludes, breaks up and separates. Thought remains a slave to its own work.
To systematize is the work of science and in systematizing we close off science: we dogmatize. That is the reason for every private preserve.
Let us rejoice that the walls are demolished; that the palaces are coming down. There is art and beauty and science in everyone, and none is the art, the beauty or the science. The work of the centuries that have been and of those that are to come will never be concluded.
But where a new scaffolding is to be erected, where new furrows will be opened and new walls will be built, appear with your pickaxes and do not leave a single stone on stone! Thought requires space without limits, time without end and freedom without boundary markers. There can be no finished theories, complete systematizations, unique philosophies, because there is no absolute, immutable truth. There are truths and truths, acquired or to be acquired. To philosophize and reason is to accept the former, to investigate the latter. Nothing more. Let’s analyze, investigate, and let us take care not to limit our own understanding. On this condition, gymnastics, art and intellectual thaumaturgy have a wide field of action and expansion.
And if you find anyone in your path of action who tries to bring you to a halt before the magic of the ideal, the reality of matter or the impulses of passion, consider walking on.
The Ideal, yes—the noble aspirations of the human intellect, which flies towards Beauty, towards Justice, towards Love—greet it with the emotion of the divinely human, great above all greatness.
Matter, yes—the objective reality of all that exists, which supports all that is past, all that is present and all that is to come; the mystery within which the idea forges the future, summarizes Nature and shapes the laws of universal existence—embrace it with the love of self, of one’s own flesh and bones, of one’s own substance and one’s own strength, which it is a complete and clearly defined likeness of that which has no beginning or end, neither in time nor in space.
Passion, yes—the powerful flow, the irresistible magnetism of substance and force; the grandiose motor of action and life; impulse and attraction, love and hate—revere it as the inexhaustible soul of all art and feeling, all reason and ideality.
Without passion, man is like a granite block, indifferent as inert matter. Without the ideal, he is like the pig that splashes in the slop that fattens him. Without matter, viscera, organs, arteries, limbs, he would be like those hallucinations of the demented creators of spirits, who forge realities where there is nothing but delusions.
Dream as much as you want, be as passionate as you like, but reflect as you walk that they are real bodies with real organs and needs; that the idea is a great, magnificent thing; that feeling is a beautiful, ideal thing; and that the stomach a viscera that requires food, the brain an organ that demands waves of rich blood, the body a wonderful organism that feeds on cereals and meats and also on ideas. A good piece of bread carries within its atoms the most pleasing creations of the Platos, the Aristotles, the Kants and the Spencers.
So conquer bread and also the ideal. Everything, in short, bread for the body, bread for the soul, bread for the mind. And let the architects of the private preserves remain in the solitude of their hoary palaces.
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Acción Libertaria, núm. 16, Gijón 31 de Marzo de 1911.
Working Translation by Shawn P. Wilbur