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Táctica libertaria
Teóricamente se han expuesto algunas ideas; prácticamente se han hecho unos cuantos ensayos sobre esta materia. En general, la táctica libertaria se ha reducido a la propaganda oral y escrita o, empujada por circunstancias excepcionales, se ha lanzado a vías de hecho. Esto último ha pasado ya a la historia y no es probable se repita en idéntica forma; la propaganda parece sufrir crisis de cansancio y agotamiento.
Unos cuantos intentos de intervencionismo directo en las luchas obreras, no han logrado reavivar la acción anarquista. No obstante, se insiste en orientarse de algún modo nuevo y mejor para hacer eficaz la propaganda.
Acaso la dificultad consiste en que siempre razonamos en vista del fin absoluto del ideal y no acertamos a das sino soluciones definitivas con posible realidad a larga distancia. Las soluciones transitorias se nos escapan por temor al oportunismo y al reformismo. Y sin embargo, son necesarias. La meta no es lo mismo que el camino a recorrer. Puede ponerse la vista tan lejos como se quiera, pero no sin mirar, al propio tiempo, donde se asienta el pie si no se quiere estar siempre en riesgo de dar con el cuerpo en tierra. Así el anarquismo viene obligado, hasta por idealismo, a suministrar soluciones prácticas que sean como los indicadores del largo camino que es menester recorrer.
La exposición doctrinal no basta. Es preciso además impregnar la acción social del espíritu libertario. ¿Y cómo hacerlo?
En el hecho de la lucha de clases, que, aunque quisiéramos, no podríamos esquivar, el intervencionismo no es discutible. Es una realidad por encima de todos los distingos. Y puesto que existe, la solución al problema es sencilla: ensanchar el campo de la lucha; excitar la dignidad personal, el ejercicio de la autonomía, y hacerse fuertes contra todos los particularismos que tienen embrutecida a la masa. El espíritu libertario penetrando, poco a poco, entre los trabajadores, los hará conscientes de su misión, los irá haciendo libres y solidarios. Es preciso darse cuenta de que de golpe y porrazo no vamos a encontrarnos, un día cualquiera, con hombres hechos a la medida del porvenir, aptos para realizar el contenido de los ideales nuevos. Y es preciso también rendirse a la evidencia de que sin el ejercicio continuo y creciente de las facultades individuales, sin el hábito de la autonomía, todo lo amplio posible, no se harán hombres libres o por lo menos en condiciones de serlo tan luego el hecho social cambie la faz de las cosas. La revolución externa y la revolución interna se proponen y han de ser simultáneas para ser fructíferas.
Hay para los anarquistas, en el intervencionismo, el peligro de ser arrollados por la lucha de clases. Ahora mismo el afán sindicalista tiene sorbido el seso a muchos de los nuestros hasta el punto de que no sea el ideal la fuerza directriz, sino la rutina asociacionista y de clase. No es esto, sin embargo, suficiente para que abandonemos un campo tan bien dispuesto para recibir la semilla de los ideales nuevos. La superficial cultura libertaria de algunos y la impulsividad desorientada de otros, darán fatalmente aquellos frutos, pero también a la larga la obra de saturación del espíritu libertario se hará patente en el seno de las multitudes obreras organizadas y a la hora precisa el método anarquista contará por millares los que actúen aunque sólo cuente por docenas los adeptos.
Fuera de las agrupaciones de oficio, la táctica libertaria tiene asimismo ancha esfera de acción. No solamente exponiendo ideas repetidas en mil periódicos, folletos y libros, sino también dando soluciones y hechos adecuados a cada materia y a cada circunstancia y haciendo ver prácticamente lo que en la experimentación, lo que en la vida real, vale el método anarquista. Favorecer e impulsar con hechos tanto como con la palabra las fuertes tendencias autonomistas de nuestros tiempos y fomentar a la vez todo modo de acción directa en lo político, en lo económico y en lo religioso, sería obra tan eficazmente libertaria que ninguna propaganda podría igualarla. Para realizarla es necesario que los grupos anarquistas no se reduzcan a una finalidad negativa, como sucede casi siempre, sino que se decidan por soluciones positivas de intervención en todas las formas de la lucha social. Y para este cambio de frente es preciso asimismo que, previamente, los grupos se ejerciten por el estudio, por la discusión, por la enseñanza recíproca, por una constante labor de cultura, en la traducción clara y precisa y en la práctica sincera del método libertario. Porque no basta ni bastará nunca la demostración dialéctica, sino que es indispensable hacer ver como las cosas pueden hacerse experimentalmente según el método de la libertad personal, según el procedimiento de la cooperación voluntaria, del libre acuerdo entre los hombres. Tan distanciados andamos de la rutina ambiente, que hay que meter en las cabezas a fuerza de maza la posibilidad y las ventajas de la verdad anarquista.
Naturalmente, todo esto excluye el acostumbrado vocerío de los deslenguados sin pizca de cacumen y la baratería de los majaderos que resuelven las mayores dificultades milagrosamente. El jacobinismo y la algazara motinesca no son tampoco ni medios de acción revolucionaria ni instrumentos de enseñanza y propaganda adecuados al método libertario. Quiérase que no, la acción anarquista ha de ser tan pedagógica, por así decirlo, como de combate. Los espíritus prácticos, que tanto abundan en el seno del proletariado, darán a la propaganda y a la experimentación anarquista, en el sentido que dejamos indicado, soluciones que no son de posible ni deseable adivinación para un solo individuo. Lo principal es ponerse sobre una ruta; una vez en ella, las facilidades de seguirla aumentarán rápidamente con la inventiva y las iniciativas de todas.
Por nuestra parte, creemos que un período de ensayos en el sentido dicho produciría más pronto o más tarde una orientación segura a las mil diversas actividades actualmente malgastadas en inútiles griteríos y en dañosas sutilezas. Y puesto que el mal es indiscutible y la propaganda decae visiblemente, necesario será que intentemos algo que reanime, que vigorice la acción netamente anarquista, sin olvidar que no consiste tanto en hacer prosélitos como en conseguir que actúen anárquicamente el mayor número posible de individuos.
- Acción Libertaria, núm. 14, Gijón 17 de Marzo de 1911.
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