Ideario — Obras de R. Mella — I

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TÁCTICA

  1. Labor fecunda
  2. Vota, pero escucha
  3. Cuestiones de táctica
  4. Táctica libertaria
  5. Como se lucha

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TÁCTICA

Labor fecunda

Aunque en los últimos tiempos se ha iniciado entre los anarquistas una corriente de opinión favorable a las organizaciones corporativas, se discute todavía con cierto calor sobre la conveniencia de esta nueva táctica, y algunos dudan de la consecuencia entre nuestros principios y la intervención en las luchas obreras, propiamente dichas.

Muchos de los convencidos por la necesidad de intervenir en las organizaciones gremiales, llevados tal vez por un exceso de puritanismo, no se pronuncian en favor de la intervención sino con grandes reservas.

Nos parece que en el estado actual de cosas tales vacilaciones son perjudiciales a la propaganda.

De todas las actitudes, la de la vacilación es la más funesta. Las ideas requieren acción resuelta y constante. No basta decir que es necesario que nosotros vayamos a los trabajadores ya que ellos no vienen a nosotros, y agregar que es conveniente ayudarlos en sus luchas con el capitalismo, para poner luego mil reparos a la acción libre de cada uno de nosotros. Ninguno ignora que las sociedades corporativas son colectividades cuya finalidad se reduce a obtener mejoras de momento y reformas pronto o tarde estériles. Puede descartarse este aspecto de la cuestión, puesto que si tales razones tuvieran valimiento para renunciar a nuestra intervención en dichas sociedades, habría que reconocer igualmente la necesidad de renunciar también a otros medios de propaganda y de lucha, como la prensa y las reuniones públicas, que nos obligan a transigir de momento, pero continuamente, con las imposiciones de la legalidad y del medio ambiente.

Nuestras ideas lo son de emancipación general; lo son inmediatamente de emancipación obrera. Aun sin hacer política de clase, si se permite la expresión, nuestros ideales, nuestra conducta, refluyen en primer término sobre la clase trabajadora hasta el punto de que se puede afirmar de la ANARQUÍA, como del socialismo, que es un ideal obrero, preferentemente obrero, siquiera todos los hombres de buena voluntad puedan sumarse en la defensa de nuestras comunes aspiraciones.

¿Dónde hallaremos, pues, ambiente adecuado para nuestra propaganda?

Se dice que el propósito de mejorar las condiciones del trabajo y de obtener pequeñas reformas es contrario a nuestras ideas. Sin duda ninguna. Mas por esto mismo es al seno de los gremios a donde debemos llevar nuestras razones favorables a una acción más amplia de emancipación total; es en el seno de las agrupaciones obreras donde deberemos actuar nuestros principios todo lo posible; es en el seno de las sociedades corporativas donde la influencia de nuestra lógica ha de dejarse sentir si queremos que el pueblo llegue a conocer nuestras ideas y nuestra táctica.

Y aun sin desconocer las dificultades de esta intervención, dadas nuestras opiniones contrarias a las ideas predominantes en la mayoría de las asociaciones obreras, diremos que las mismas luchas de carácter económico, las huelgas por el aumento de jornal o disminución de horas de trabajo tienen con relación al anarquismo un significado de la mayor importancia. Ellas ponen al obrero frente a frente del capitalista, y la tradicional sumisión se trueca en rebeldía, inconsciente primero, mas a la larga consciente y duradera. Ellas dan carácter de enemiga irreconciliable a las contiendas, ya habituales, entre ambas clases, explotada y explotadora. Ellas han convertido a dos categorías sociales de hombres en dos ejércitos beligerantes que no abandonarán el campote batalla si no es con el vencimiento definitivo de una de ellas.

No cabe negar que la conducta actual del proletariado difiere grandemente de la hace algunos años. Hoy se lanzan los trabajadores con el menor motivo a huelgas formidables que ponen en grave aprieto al capitalismo, no por lo que afecta a los intereses, sino precisamente por el estado moral que revela en los obreros, por las exigencias de éstos que exasperan a aquéllos, acostumbrados como estaban a la sumisión del pueblo. De hecho el proletariado se halla en una actitud de constante rebeldía. Pues este estado de cosas se debe, tanto o más que a la propaganda socialista, al espíritu de asociación y de lucha, despierto siempre en las sociedades de oficio; se debe al movimiento corporativo, que nace sin finalidad a veces, se desarrolla satisfecho con las migajas que conquista, pero al cabo, por la fuerza de los sucesos, se encuentra revolucionario y en condiciones de prescindir de las pequeñas reformas y de las aparentes mejoras.

¿Y no significa nada para los anarquistas esta derivación de las luchas económicas?

Se supone que el ingreso en una sociedad de oficio implica la aceptación de sus limitadas aspiraciones, y se sostiene también que los anarquistas olvidan dentro de estas sociedades su aspiración final por las cosas fútiles y de momento. Y sin embargo, si una huelga surge, ¿qué hará el obrero anarquista? Pues luchar con sus compañeros, si no quiere hacer la causa del capitalismo. Antes que cruzarse de brazos, deberá impulsar la lucha procurando que tome aspectos revolucionarios. Porque entre nuestra pasividad y la diligencia de los políticos y de los jefes del socialismo, es lo cierto que el movimiento obrero se convierte en monopolio provechoso de los ambiciosos y de los reaccionarios.

¿No tenemos un trabajo educador a realizar en medio de las masas obreras? Labor fecunda sería para los ideales del porvenir, para la emancipación integral de la humanidad, la transformación de esas sociedades reglamentadas y gobernadas por los superhombres de la política profesional, socialista inclusive, en sociedades libres de luchadores conscientes. Labor fecunda sería acomodar lentamente, por la persuasión, por el ejemplo y por la experiencia, a los hábitos de la libertad, los millares de obrero que, sintiéndose rebeldes, no aciertan a sacudirse la tutela de los reglamentos y de los comités. Labor fecunda sería llevar al seno de las sociedades corporativas un creciente espíritu de rebeldía, de independencia, de emancipación.

¿Y se ha hecho esto?

Creemos que no. Creemos que todo lo que se ha intentado es convertir en anarquistas a esas sociedades, de golpe y porrazo, o se ha trabajado por disolverlas, extremos igualmente viciosos, porque ni aquello es posible ni esto tiene otras ventajas que las que el capitalismo ofrece al obrero en el desamparo del aislamiento.

No pretendemos, con esta táctica que preconizamos, convertir a nuestro ideal al proletariado en su totalidad, ni buscamos millares de adhesiones. Lo que juzgamos indispensable es vivir el ambiente obrero, propagar en medio de los obreros, educar y educarnos para la libertad entre la multitud de aquellos nuestros hermanos que luchan como pueden y saben. Y en este sentido, cualquiera que sea la disconformidad del anarquismo con las aspiraciones de las sociedades corporativas, nuestro campo de acción está en estas sociedades, en sus luchas, en sus huelgas, en sus revueltas cada vez más enérgicas contra el capitalismo imperante.

Lo está tanto más cuanto que estas organizaciones son el embrión del porvenir. No tiene valor alguno el argumento de que teniendo por objeto dichas sociedades la defensa del salario, de nada servirán una vez destruido el salariado. Y no lo tiene, porque casi ninguna de esas sociedades vive por la defensa del salario, sino por el espíritu de insubordinación al capitalismo, por ese espíritu, consciente o no, de emancipación y de mejoramiento. Todavía no se ha visto un gremio que se conforme con las mejoras obtenidas, por grandes que fueran. Se quiere siempre más, y lo que la burguesía llama exigencias no tiene límite en las agrupaciones de oficio.

Además, cualquiera que sea el objeto inmediato de dichas asociaciones, es indudable que subsisten, más que por sus propósitos, por los lazos de cooperación y compañerismo profesional, por espíritu de clase, pudiéramos decir. Hay la tendencia de combinarse por comunidad de ideas o de necesidades. En este concepto, son todo el porvenir. El mundo que preconizamos no será probablemente más que esto: una gran asociación o grandes asociaciones de sociedades libres, libremente federadas.

Aun cuando se pretenda que el individuo será una especie de enciclopedia, cosa cada día más imposible dados los crecientes dominios de las artes, de las industrias y de las ciencias; aun cuando se pretenda que cada ciudadano o campesino podrá cambiar de profesión como de camisa, lo que estará por mucho tiempo fuera de toda la realidad para la gran mayoría de los hombres, es lo cierto que las necesidades de la vida común constreñirán a cada uno y a todos a la formación de asociaciones de producción, de cambio o distribución y de consumo. Serán todo lo variables, todo lo inestables que se quiera estas agrupaciones del porvenir, a causa de la menor especialización de las funciones; pero serán indispensables para la vida de la solidaridad. Y ellas no significarán más que un mejoramiento del pasado societario en expectativa de un perfeccionamiento futuro, que en el enlace de la evolución humana cada eslabón supone al que le precede y anuncia al que le sigue.

Por todo lo dicho, entendemos que para los anarquistas hay una labor fecunda que realizar en el seno de las corporaciones gremiales, sin que ello excluya, se entiende, la propaganda constante y directa en todas las manifestaciones de la vida, ya sea individualmente, ya sea en grupo o colectividad.

Y si en esta labor hubiéramos de perder algunos de los nuestros, que se pierdan en buena hora, que nuestras aspiraciones no pueden reducirse a una especie de mercantilismo que tiene muy a cuenta las pérdidas y las ganancias.

  • «Almanaque de La Questione Sociale para 1901», Buenos Aires.

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