Ensayos y Conferencias — Obras de R. Mella — II

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PRÓLOGO

A ocho años fecha de IDEARIO aparece este segundo volumen de las Obras completas de Ricardo Mella. ¡Tardía aparición! En otro país cualquiera de mayor inquietud espiri­tual 0 de normales apetencias intelectuales no hubieran transcurrido ni ocho meses. A estas alturas, los seis tomos con que se anunciara la colección estarían ya publicados y su edición agotada. Pero estamos en España, se dirige esta iniciativa editorial a un publico de lengua castellana, y, por añadidura, la significación ideológica del autor y los antecedentes del editor restringen, en cierto modo, la noble empresa, limitándola casi exclusivamente a un circulo de lectores de escasos medios económicos y no muy abundante afán cultural. Los resultamos no podían ser otros que los que están a la vista.

Nos parece que Pedro Sierra ha debido hacer lo que se llama «un mal negocio» con IDEARIO; un mal negocio en todos los sentidos: dinero perdido, quebraderos de cabeza, disgustos… y decepciones de profunda huella moral. Al reincidir ahora con ENSAYOS Y CONFERENCIAS, no nos atrevemos a tomarle en arriendo la segura ganancia… Y eso que ya no estamos en 1926 ni padecemos, con la Dictadura, su obligada secuela de vil apagamiento mental y de rica euforia política, sino que vivimos, par el contrario, un cargado ambiente de actividad ciudadana que se traduce en visibles anhelos populares de orientación ideológica y de documentación doctrinal. Porque, desgraciadamente, esta sed de conocimiento suele saciarse aguas abajo de las puras fuentes, en los vados contaminados por viandantes de todos los caminos y de todas las especies del periodismo de batalla, o, a lo sumo, en los remansos cenagosos de las fáciles divulgaciones de tercera o cuarta mano, que se prodigan alegremente en revistas y folletos. Par otra parte, el libre y severo campo bibliográfico ha sido invadido también por la moda con sus caprichosas liviandades; y en este dominio como en todos, los patrones que se imponen, al apoyo ele una propaganda estruendosa y excéntrica, absorben toda la atención y la solicitud de los ingenuos lectores. No hay sino echar una ojeada a las vitrinas rutilantes de las librerías y a los llamativo, anuncios de la publicidad periodística y cartelera para convencerse.

La conclusión es que el libra modesto, humilde, limpio de afeites, inactual—el verdadero libro—no se vende; en cambio circulan copiosamente las mil y una policromías literarias que todos conocemos, las greguerías librescas adocenadas, los mamotretos filosóficocientíficos de similor: valores falsos de la Republica de las Letras en su mayoría, barnizados de fruslerías modernistas los unos, rellenos los otros de un cientificismo dogmático y pedante. Así le luce el pelo a la cultura verdadera; así les luce a los contados editores escrupulosos; así temo y espero le luzca a mi viejo amigo Sierra por meterse en libros de caballería… anarquizante.

Pero la memoria de un tan autentico y alto valor intelectual como fue Ricardo Mella bien merece que se le consagre, can el homenaje. el sacrificio consciente de quien tiene a gala haber sida su discípulo. Sierra lo fué conmigo, desde muy jóvenes ambos, y en la época más fecunda, más lozana, más caudalosa y profunda en ideas de su largo magisterio. Las huellas que ha dejado el maestro en nuestros espíritus son imborrables, como marcadas al fuego de su densa doctrina. y de au fuerte dialéctica. Vivirán en nosotros cuanto vivamos, sean cuales fueren los rumbos que la vida imponga a nuestras actividades. Yo espero, al menos, que así ha de suceder, por cuanto aquellas influencias, además, llegaron a nosotros, y se mantuvieron hasta la desaparición del maestro, envueltas en el perfume penetrante, inconfundible, inolvidable de su amistosa predilección paternal. Siempre tuvimos la impresión neta de ser los discípulos dilectos, hasta el punto de confiarnos frecuentemente sus estados de animo mas recónditos, los desfallecimientos de su alegre espíritu… ¡Como olvidarle ni renegarle fundamentalmente, en lo que tienen de sustantivo y esencial las direcciones cardinales del pensamiento anarquista, sin traicionar la propia conciencia! Por imposible y absurdo lo reputo, para hoy y para lo porvenir…

***

Sin duda a causa de todo esto, mi fraternal con discípulo y camarada de otro tiempo, en luchas periodísticas por el ideal y en peleas sociales, ha querido asociarme a su obra, forzándome afectuosamente a colaborar en ella con la redacción de este Prólogo para el segundo volumen. Con lo que me ha jugado una mala pasada, pues jamás mi animo se sintió tan temeroso y vacilante, tan confuso y perplejo al tomar la pluma ante las albas cuartillas. Tamaña empresa la siento superior a mis fuerzas.

En efecto: prologar propiamente una obra es examinarla a fondo; situarse en la tesis del autor y seguirla, sometiéndola a rigoroso análisis crítico. ¡Ahí es nada la tarea! Ardua de suyo tratándose de una producción uniforme, de unidad temática, su aspereza sube de punto al hallarnos ante una serie de composiciones de variada tesis. Ya antes que nosotros se sintió rendida la fuerte mentalidad del prologuista de IDEARIO, declarando humildemente que el empeño «no estaba al alcance de su limitada inteligencia». Y se trataba nada menos que de José Prat, escritor libertario de fuste, publicista experto e intelectual sin trampa ni cartón, cuyas facultades criticas en materias económicosociales eran la cualidad sobresaliente de su ponderado talento.

Prat era precisamente el prologuista indicado para hacer, a compás de la sucesiva aparición de los tomos de estas Obras completas, el examen filosóficocientífico de la personalidad intelectual de Mella. Nadie como el para lograr una critica honda, justa, documentada, que nos diese luminosa respuesta a la aguda interrogación que a sí mismo se formulara en el Prólogo aludido: «¿De donde viene, adonde va el pensamiento de este escritor con su abundante y variada producción?» Persona alguna como él, decimos, porque fué, a lo largo de toda una vida, compañero, amigo, confidente de la primera mentalidad del anarquismo español. El uno al otro se llamaban «hermano», y lo fueron en todo el amplio sentido espiritual y sentimental del vocablo. Las relaciones de entrañable camaradería entre ambos recuerdan mucho las que unieron siempre a Kropotkin y Reclús; su compenetración intelectual fue completa; constante su contacto. En tales condiciones. y dada la especialísima preparación de José Prat, ¿que no hubiera podido hacer a este respecto si la muerte no nos lo hubiese arrebatado? ¿Que no hubiera sido capaz de hacer Prat por difundir analíticamente el pensamiento de aquel de quien fue gemelo en espiritualidad, en inquietud mental, en apetencia reformadora, en talento creador, en honestidad y en modestia ejemplares?

Pero todo esto nos ha sido frustrado par la desaparición reciente del hombre a quien sus amigos y compañeros deberán hacer también, algún día, el homenaje de reunir en volúmenes ordenados su múltiple producción, dispersa en opúsculos, folletos, revistas y periódicos de España y America.

Y ahora he de sustituirle yo, siquiera sea transitoriamente, por la voluntad tenaz e irresistible del editor y con daño evidente para los lectores. ¿Se comprende la perplejidad que debe atormentarme? Pido a todos perdón par no haber sabido resistir a los requerimientos de la amistad y del compañerismo.

***

Conocí personalmente a Ricardo Mella en la primavera de 1903, siendo yo un mozuelo aún imberbe y el un hombre en la plenitud de su madurez física y mental. Fué can ocasión de la conferencia que Mella vino a explicar en el Instituto de Jovellanos, de Gijón, traído par la Junta local de Extensión Universitaria, iniciativa provincial que tan excelente labor cultural y pedagógica realizo en toda Asturias en los primeros años del siglo. La expectación que despertara su presencia en el Salón de actos del Instituto fué enorme. Allí se congregaron cuantas personas—y eran ya muchas—sentían entonces curiosidad por los problemas sociales, y un tropel de trabajadores, ansiosos por conocer a Mella y recibir sus enseñanzas.

¡Que tremenda decepción! EI conferenciante no habló, ni leyó siquiera. Con un manojo de cuartillas en las nerviosas manos, balbuceo apenas su discurso durante una hora mortal. Ora se dirigía al publico, ora a las temblorosa cuartillas. Los camaradas gijoneses estábamos aterrados. Apelotonados casi todos, en nutrido grupo, hacia los últimos bancos, ya nos mirábamos unos a otros con ojos tamaños, ya los inclinábamos hacia el suelo en actitud de aplanamiento. De vez en cuando se encontraban dos o más miradas furtivas, oblicuas, torvas. Cuando el orador hubo concluído, nuestro contenido aliento fué de fuelle que se desfonda repentinamente. ¡Criemos morir..!

¡Pobre Ricardo! Un pelele tambaleante semejaba al descender del estrado, abrumado por las felicitaciones formularias de organizadores y conocidos. Al fin pudieron abordarle a la salida los compañeros veteranos que le habían tratado desde los primeros días de su estancia en Asturias, con motivo de los servicios de topógrafo delineante que prestaba en un ferrocarril en construcción. ¡Eran de oir sus infantiles excusas y de versus gestos ingenuos de pesar! Entonces sólo tema yo la intuición precoz de estas admirables reconditeces de las almas puras; más tarde, la impresión profunda, pero indefinible, que todas aquellas cosas me causaron, permitióme analizarlas y valorarlas…

Pues bien: siempre he tenido grabada en el alma la imagen atribulada del Mella conferenciante que entreví mejor que conocí. Aquel hombre disminuido, encogido, borroso ante el auditorio, era la primera figura intelectual del anarquismo español y, sin disputa, uno de los primeros teóricos del proletariado militante internacional. La conferencia semifrustrada que acabábamos de escuchar era la admirable disertación que poco después apareciera en las paginas de la revista barcelonesa Natura, y que va reproducida en este volumen, con el título de Las grandes obras de la civilización.

Me permito llamar la atención del lector sobre esta pequeña obra maestra: reconocerá sin esfuerzo que si el disertante pudo aparecer escaso de verbal elocuencia, estaba abundantemente provisto de ciencia y repleto de generoso altruismo social. Difícilmente podrá hacerse por nadie, en páginas tan breves, síntesis más exacta, más acabada y serena, mas sagaz de las grandezas y las miserias de nuestra civilización. El calor humano de que esta impregnada contagia los corazones con igual fuerza que sana el cerebro y la voluntad au sólida armazón dialéctica. En este ensayo esta Mella entero: su alma nobilísima, sus grandes dotes de penetrante observador y escritor brillante, su fino y equilibrado espíritu, la alta calidad de su talento y aquella su interpretación amplísima del anarquismo que le llevó al aborrecimiento de toda dogmática doctrinal y a la identificación de la anarquía con la Naturaleza y con la vida, en constante formación y en eterno devenir.

***

Figuran al frente de este segundo tomo de las Obras completas de Ricardo Mella dos de sus mas importantes trabajos de juventud: El problema de la emigración en Galicia y Breves apuntes sobre las pasiones humanas; el primero de carácter socialeconómico, y de naturaleza filosóficosocial el segundo.

A través de ambos escritos se advierten inmediatamente las fuertes influencias proudhonianas que Mella experimento en sus años mozos. No ya por las citas frecuentes del patriarca de Besançon: por la perfecta asimilación de sus doctrinas económicosociales y de su método dialéctico, (1) puede comprobarse cuánto movieron el espíritu de Mella y determinaron sus futuras actividades intelectuales las doctrinas del padre de la filosofía social libertaria. Estas influencias habían de perdurar en nuestro autor toda la vida: tanto en el pensador como en el escritor; así en el núcleo fundamental de su doctrina como en las características esenciales de su estilo.

De Proudhon recibió Ricardo Mella su pasión por la Libertad como expresión política de la idea de Justicia social (su socialismo anarquista sin otros aditamentos); de Proudhon le viene la noción viva de un federalismo económico libre, que campea en toda la evolución de su pensamiento sociológico y culmina en la notabilísima Memoria presentada al Congreso Revolucionario Internacional de Paris, en 1900, sobre la cooperación voluntaria como método de comunidad (2); de Proudhon, el desdén del cientificismo académico y de la sabiduría oficial y burocratizada; de Proudhon, en fin, la dialéctica cerrada, el vigor polémico, el gusto par la antinomia como método de elaboración del juicio, la arquitectura del estilo. Tendencias muchas de las cuales—seria injusticia no señalarlo—hablan tenido una primera iniciación en los escrito filosóficos y políticos del insigne maestro del federalismo español, D. Francisco Pí y Margall. Es bien sabido que Mella milito en el partido creado por el ilustre patricio, durante toda su adolescencia, hasta los 21 años. Pero no es menos cierto asimismo que el gran republico español había tenido serios contactos mentales con el genial pensador francés, de cuyas ideas fué introductor en la corriente del pensamiento hispano por haber sido su primer traductor, prologuista y comentarista concienzudo.

Lejos de mi propósito hacer análisis de las dos producciones de Mella a que vengo refiriéndome. No me atrevo a tanto. Únicamente quiero señalar la orientación de sus tesis e inducir, por las influencias doctrinales determinantes, las fuentes de formación mental del autor. Con lo que creo apuntar una respuesta tímida, en modo alguno perentoria y definitiva, a la primera parte de la interrogación de José Prat, antes citada: «¿De donde viene y adónde va el pensamiento de este escritor… etc., etc.» Porque no ignoro que Mella tuvo otros contactos y otras influencias. cosa natural en un hombre de tan hondas inquietudes espirituales y de tan amplia cultura como las reveladas par nuestro autor desde la más temprana adolescencia.

Mas está para mí fuera de discusión que la influencia de Proudhon en Mella. directamente y a través de Pí y Margall, fué resolutiva y constante, aunque tamizada y matizada siempre par su afán de hallar cada día la mayor verdad, por la búsqueda inquieta de nuevos horizontes que le atormento sin tregua y que constituye la singularidad acusadísima de su interesante personalidad intelectual. En una palabra: Ricardo Mella fue un discípulo aventajadísimo de Proudhon desde muy temprano, y en la línea proudhoniana estuvo constantemente lo que era núcleo central y originario de sus ideas revolucionarias.

***

Evolución y Revolución: otro pequeño gran estudio; otra conferencia. en que define sintética, pero magistralmente estos do conceptos. con frecuencia estimados antitéticos hasta por personas de ideologla avanzada, incluidos no pocos anarquistas.

Para Mella, la Revolución no es sino un momento culminante de la Evolución, el complemento de ella, su integración. En la Naturaleza, en la historia, en la filosofía, en la religión y en la moral, en el arte y en la literatura, en la política y en la sociedad, en la ciencia, se cumplen los fenómenos generales que determinan la Evolución y preparan la ruptura revolucionaria con las formas ya viejas y superadas. Entre la Evolución y la Revolución no hay antinomia: hay correlación; no hay solución de continuidad: hay encadenamiento. En el proceso y en el momento revolucionarios, la Evolución no hace sino acelerar su marcha, precipitarse. Y, la Revolución cumplida, un nuevo período evolutivo se abre bajo un signo nuevo.

A medio de una argumentación estrecha y cerrada, Mella llega a la identificación de los dos conceptos, haciendo de ambos una sola y misma co a. Todo salpicado de las fértiles sugerencias en que tanto abundan sus escritos.

Y otra vez aquí damos con Proudhon yendo en la compañía de Ricardo Mella. Buscad en la Filosofía del Progreso, de aquél, y hallaréis los puros manantiales en que bebió éste su interpretación integral de la teoría evolutivorrevolucionaria.

La tesis proudhoniana es que todo en la Naturaleza y en la vida es mudable y está sujeto a transformaciones y cambios; la inmovilidad, el quietismo no existen; cuanto se paraliza, perece. Sólo las leyes a que el propio universal movimiento se debe son inmutables. La gran ley del Progreso, es decir, del movimiento, es lo absoluto, lo universal, lo eterno. Pero en la sociedad humana, el hombre es el instrumento de las mutaciones, quien las elabora con su intervención en la vida social, tras presentirlas y someterlas al fallo de su razón. Lo que el juicio humano rechaza por irracional, condenado queda; lo que admite como lógico, lo identifica con su voluntad y acaba por imponerlo contra toda resistencia.

He aquí la Evolución y la Revolución, el Progreso indefinido y constante. Tanto más felizmente e cumplirá éste y se fundirán aquéllas en un solo fenómeno, cuanto mas el obstáculo—la Autoridad—sea barrido por la Libertad, esto es, por la Anarquía.

¿Se comprende ahora la posición mental de Mella dentro del anarquismo, durante toda su larga vida de militante? ¿Se comprende su afán infinito de ascensión, de superación de limites doctrinales; su inquieta actitud de discrepante con formulas doctrinarias y encasillados oficiales? Sus ruidosas producciones de los últimos años de actividad intelectual: La bancarrota de las creencias, El anarquismo naciente, Los cotos cerrados, Sociologismo agotado, Mas allá del ideal (3) y tantas otras no son sino la ultima y lógica consecuencia de aquella original manera suya de ver e interpretar la teoría del Progreso. Él la identificaba, como Proudhon—más que Proudhon—, con la de Libertad, yendo con ambas hacia una cada vez mayor Anarquía. Por donde se ve que las correcciones de sus propia ideas no eran tales correcciones: eran superaciones ascensionales. Exactamente lo mismo que sucediera al propio Proudhon…

Si antes pudimos intentar una tímida respuesta a la primera parte de la interrogación de Prat, nos parece obligada una actitud idéntica respecto de la segunda.

Procedente el pensamiento de Mella de fuentes proudhonianas, parece seguir toda la vida el curso de su caudal fecundo y es fiel a su compañía hasta el fin. No retrocede ni vacila. En efecto: aun corrigiendo e constantemente, Mella no se niega nunca. Permanece siempre el mismo. Su pensamiento viene del anhelo de la Libertad y de la Justicia social entrevistas y va, en alas de ese anhelo, en pos de su Ideal. cada día más ancho y divisado en nuevo horizonte cras cada eminencia del camino. Por la Justicia social y la Libertad, es decir, por el Socialismo y la Anarquía, hacia el Progreso indefinido, absoluto, sin termino ni meta…

Tal es, en nuestro sentir, la trayectoria firme del pensamiento libertario en Ricardo Mella.

***

De los trabajos que componen e te tomo, los más densos de doctrina sociológica, los mejor logrados como piezas literarias y también los mas completo en todos los sentido son La coacción moral, La ley del numero y Del amor: modo de acción y finalidad social, por el orden que los enunciamos.

Los tres corresponden a una fase particular de la mentalidad del autor y son producto de un nuevo orden de preocupaciones. Otras influencias intelectuales trascienden en sus paginas, que no destruyen, sin embargo, las primeras; ante las afirman, reforzándolas y enriqueciéndola con aportaciones emanadas de hechos nuevos. A su luz, la fina espiritualidad de Mella y su gran cultura otean horizontes sociales más complejos y los explora con instrumentos de mayor precisión y alcance.

Nos encontramos aquí con la segunda gran influencia en Mella: Spencer, el gigante del positivismo ingles, el arquitecto genial de la Filosofía sintética.

Desde este momento, la gran inquietud espiritual de nuestro autor le impulsa hacia senderos de superior amplitud. La Sociología prevalece ahora sobre la Economía, la Filosofía positiva de base biológica y sociológica sobre las especulaciones subjetivas del idealismo revolucionario clásico. Tenemos un Mella remozado, o mejor, transfigurado por la ascensión a la nueva cumbre. Su insaciable apetencia de verdad descubre llanuras feraces y a ellas se lanza con renovado entusiasmo. Y, provisto de los nuevos instrumento de trabajo mental, se da a la faena seguro de obtener rendimiento fructuoso. De esta etapa fecunda nos vienen los tres grandes estudios citados otro notabilísimo por todos conceptos: Lombroso y los anarquistas, que ha de figurar en el volumen IV de esta Obras completas. Todos reflejan la madurez intelectual lograda.

No nos atrevemos a esbozar siquiera la doctrina expuesta en cada uno de los mentados escritos. Aparte de que nos llevaría muy lejos y haría interminable el Prologo, fuera audacia desapoderada en contradicción con nuestra facultades y propósitos. Digamos tan sólo que los temas acusan perfeccionamientos de fondo y forma sobre la producción de primera época, dominio absoluto de la materia tratada, una mayor armonía de proporciones entre la hondura del pensamiento y los medios de expresión y desarrollo; en conclusión: la aplicación, a sus estudios de publicista revolucionario, de un procedimiento dialéctico acorde con los principios del positivismo filosóficocientífico.

Nada ya de elucubraciones de ideólogo más o menos profundas y brillantes; nada tampoco de silogismos, premisas a priori y demás artilugios lógicos que conducen perentoriamente a conclusiones previstas, muchas veces falsa al contraste con la realidad. por el contrario, examen frío de hechos, análisis sistemático de fenómenos, relación contrastada de los unos con los otros, interpretación mecánica de los problema humanos en todas las esferas de la actividad social. Mella estudia las cuestiones sociales a la manera que un naturista investiga la Naturaleza o un cultivador de las ciencias experimentales escruta los dominios de su especialidad científica. Por la acumulación de los hechos observados, e inducidos unos de otros, llega a las deducciones rigorosas e inflexible. Siempre en la buena senda emprendida en la compañía de Proudhon, afina y perfecciona cada día las armas polémicas que hacen de el un dialéctico temible. Se corrige a sí mismo para superarse.

Así llegamos a la conclusión de que nuestro Ricardo Mella, observado a través de toda su caudalosa y múltiple producción, se nos aparece invariablemente como un empedernido proudhoniano. Porque, a imitación de su primer gran maestro, no se entrega nunca en absoluto a la verdad recién adquirida, desconfía siempre de la propia certidumbre acabada de conquistar y vive en vigilancia permanente de la diosa Razón, reclamando de continuo a la verificación, al análisis y a la prueba aquellas seguridades que no es posible hallar en las demostraciones puramente verbales ni pueden proporcionarnos las seducciones de una seudociencia que se resiente aun de las logomaquias metafísicas. (4) Y esta verificación escrúpulo a la reclama obre todo para los problemas que entran en la orbita de la ciencia social, que si no es una ciencia exacta la alcanzado la categoría de ciencia experimental.

Tan singular posición de espíritu demuestra, además de la capacidad mental de Ricardo Mella, su plena aptitud de investigador y su intachable probidad científica. Solo una inteligencia de su categoría puede permitirse semejante rigores consigo misma, someterse a tan dura disciplina y salir airosa de la prueba.

***

No debemos concluir sin hacer algunas consideraciones en torno a uno de los aspectos más singulares—acaso el más original—del pensamiento anarquista en Mella. Nos referimos a su concepción de la base económica y de la célula política del anarquismo.

Sabido es que no fue nunca comunista. En los tiempos de las polémicas entre colectivistas y comunistas, Mella estuvo con los primeros por oposición a una doctrina económica que recordaba demasiado el comunismo clásico y ortodoxo, regimentado y conventual. Federalista en lo económico como en lo político (Pí y Margall, Proudhon), y desplazado por la evolución industrial y el intervencionismo del Estado aquel ingenuo mutualismo proudhoniano fundado en el principio de que los productos se cambian con productos. estimo el sistema colectivista mucho más coherente y compatible con su ideal de integra libertad política y de federación económica asentada en el libre pacto. Ya desde los tiempos de la primera Internacional, los anarquistas—especialmente los latinos—concebían la sociedad futura como una gran federación universal de productores libres.

Amortiguada la contienda por agotamiento teórico y por mutuas concesiones de los antagonistas, en el preciso momento en que los socialistas demócratas dejaban en toda artes de llamarse comunistas para denominarse colectivistas, Mella no acepto, sin embargo, la idea de un comunismo anarquista como base económica única del porvenir. Y desde entonce e esforzó por concretar su interpretación personal de un anarquismo sin adjetivos. Era lo que él gustaba de llamar «socialismo anarquista».

Nada de comunismo, ni de colectivismo, ni de individualismo, si por cualquiera de estos apelativos había de sobreentenderse un sistema exclusivo de convivencia económica o social. Siendo para él sustantivas las nociones de igualdad económicosocial y de libertad política integral, la primera como asiento y garantía de la segunda. aquella bastaba a la realización del Socialismo y esta a la del Anarquismo. Eran superfluas otras clasificaciones. Por la igualdad se satisfacía el ideal de la Justicia social plena; por la libertad, el de la plenitud de la independencia personal. Y eso le bastaba.

Pero llegó un momento en que, apremiado por la necesidad de las precisiones claras y de las concreciones categóricas, hubo de formular una concepción económica que e timo perfectamente adecuada a la tesis anarquista: el método de la «libre cooperación» de los trabajadores asociados, d arrollado Con extraordinaria lucidez de pensamiento y de expresión en la Memoria al Congreso de Paris, ya citada.

Remitimos al lector a este singular estudio. En el verá la conexión teórica y espiritual del colectivismo que Mella defendiera y el método de cooperación voluntaria que brillantemente expone. Es un interesante a aspecto de la línea ascensional que siguió constantemente Ricardo Mella en la evolución de su pensamiento. Júzguese por lo que sigue:

El colectivismo anarquista repudiaba toda organización estatal y toda gerencia centralista; propugnaba el contrato como regulador de la economía productivo distributiva; admitía la necesidad de formar extensas federaciones de producción mediante el pacto entre lo grupo productores; quería a asegurar la estabilidad y la coordinación de la economía libre por las relaciones permanentes entre los órganos de producción los de distribución y consumo, inspiradas en los datos estadísticos y en las posibilidades; proclamaba el establecimiento de convenios entre los individuo y las agrupaciones para revolver libremente las cuestiones de distribución y retribución según sus tendencia y las exigencias del estado social en cada momento.

El método de cooperación libre o voluntaria responde, en el fondo—o nosotros no hemos sabido interpretarlo exactamente—, al mismo orden de inquietudes respecto a la integridad del ideal anarquista y su coherencia con una base económica adecuada a sus principios de libertad y autonomía. Con la enorme ventaja a su favor de que, recusando todo sistema económico fijo, exclusivo, cerrado y universal, para ahora y para el futuro. se pone de acuerdo con las corrientes invencibles de la evolución económicosocial y deja el campo totalmente abierto a todas las posibilidades de realización que la múltiples actividades humanas elaboren en su avance hacia el eterno devenir.

Otro tanto sucede con la idea del municipio libre—o comuna—, que Mella consideró demasiado simple por lo elemental. No podía admitir que la libre municipalidad fuese la sola unidad política colectiva de la sociedad anarquista. La complejidad de la vida moderna, las corrientes bien caracterizadas de nuestra civilización y el libre juego de las relaciones sociales, determinadas por las necesidades de cada momento histórico, le llevaban a una concepción mucho mas amplia y realista de la organización política de la sociedad futura. Estas realidades impondrán, en su concepto, variadas formas de agrupamiento que rebasaran de continuo los limites e trechos de la comuna libre, como en la esfera económica han de superar las limitaciones del grupo productor. Para Mella, municipio y agrupación productora independientes, libres, autónomos, no tienen mayor ni menor realidad que individuo autónomo, libre e independiente, De igual modo que este deja siempre jirones de su independiente soberanía en las obligadas interpolaciones e interferencias de la convivencia social, aquellas sienten asimismo disminuída su independencia en los forzosos convenios a que dicha convivencia obliga. Como el individuo no se basta a sí mismo, de igual modo no se bastan el núcleo productor ni el núcleo urbano. Se imponen, pues, los pactos libres, bilaterales, sinalagmáticos, según el léxico grato al federalismo histórico; los convenios y contratos naturales que enlazan las personalidades naturales soberanas y ensanchan en todas direcciones el área de las relaciones políticosociales.

Admite Mella que el Municipio libre pueda ser el punto de partida de la organización política, como admite que el comunismo sea el sistema económico que parcial y circunstancialmente se adopte acá o allá; lo que no admite es la uniformidad, la unilateralidad y el automatismo estático, par estimarlos contrarios a la variedad, a la diversidad y a la espontaneidad dinámica con que se manifiesta la vida social, según enseñan conjuntamente la historia y las observaciones de la realidad. Y todo ello conforme a la esencia misma del ideal anarquista, que es la Libertad.

El pensamiento de Mella en este punto podría resumirse como sigue: así como en medicina todo tratamiento presupone siempre un margen para que la naturaleza del paciente faccia da se (obre par sí misma), en política, en economía y en ciencia sociales es obligado el principio que aconseja no obstruir los cauces por donde fluyen el caudal espontáneo de la iniciativa individual y popular y la corriente natural de las actividades colectivas. Porque, en ultimo análisis, en ellas reside toda capacidad de creación y de ella proceden todos lo resortes e impulsos de la vida social en renovación constante. Atentar contra ellas, constreñirlas, equivale a cegar las fuentes de que se nutre la sociedad misma.

Estimamos muy indicadas todas estas referencias, y oportunas las observaciones, ahora que tanto se habla—con frecuencia a trochemoche—de comunismo libertario y de municipio libre como base económicopolítica, sistemática y única, del régimen social nuevo. Las sugerencias del pensamiento de Ricardo Mella pueden contribuir a centrar y equilibrar la opinión socialista sobre tan importantes extremo, trayéndola a la comprensión de que la Sociedad libre a que aspiramos sólo se define e identifica plenamente como una vasta federación de libres productores, así en lo económico como en lo político.

***

Dos palabra finales para llamar la atención del lector otre las notas bibliográficas que van al frente de cada uno de los trabajos que componen este volumen.

Tales notas están indicadísimas y sólo elogios merecen. En publicaciones de la índole de estas Obras completas son, además, inexcusables, y no se puede prescindir de ellas si el lector estudioso la de tener puntos concretos de referencia y datos de consulta y comprobación adecuados para mejor considerar la obra total del autor. Singularmente tienen interés especial para los militantes de las organizaciones sociales y obreras; un interés histórico y documental que sólo ellos sabrán apreciar en su justa valor.

Sin duda por e timarlo así, el editor se ha esmerado en componerlas con la abundancia de detalles que las enriquece. Su minuciosidad no es en manera alguna ociosa.

A parte toda observación bibliográfica, las tales notas acreditan, además del acendrado cariño del editor a la memoria de Ricardo Mella, su documentación y su metódica laboriosidad para esta clase de trabajo, ya. demostrada ambas en los «Apuntes para contribuir al estudio de u vida y obra», escritos al ocurrir la muerte de nuestro común maestro.

Quiero decir todo esto de Pedro Sierra y debo decirlo, porque es de justicia y porque se compadece exactamente con lo que he escarito al principio de este Prólogo. Todo lo cual trae a la imaginación, par natural asociación de ideas, el recuerdo de nuestro saladísimo e hiperbólico sastre del Campillo, que sobre cortar y coser de balde ponía la aguja y el ovillo…

***

Hemos llegado al término de nuestra tarea. Ignoro si habré acertado a cumplirla con igual fortuna que voluntad. De lo que si estoy seguro e de haberme esforzado por definir objetivamente la personalidad intelectual del autor e interpretar con toda fidelidad su doctrina. Tal como yo veo una y otra, el pensamiento de Ricardo Mella viene de la noción del autóctono federalismo políticoadministrativo republicano español y va, progresivamente, a la integración teórica de un federalismo económicosocial internacionalista y libertario.

Ligado yo mismo a esta idea sintética de la sociedad del porvenir, rindo con estas paginas a la memoria de Ricardo Mella el emocionado homenaje de amor y veneración del discípulo que se siente orgulloso de su maestro.

E. QUINTANILLA

(1) De ninguna manera me refiero aquí al llamado «método dialéctico», tan caro al marxismo, sino al método propiamente discursivo.

(2) IDEARIO, tomo I de Obras completas: «La cooperación libre y los sistemas de comunidad

(3) Véase IDEARIO.

(4) «La razón no basta»; IDEARIO.

 


ORIGINAL TABLE OF CONTENTS

II.—TEMAS SOCIALES

  • El problema de la emigración en Galicia (1885)
  • Breves apuntes sobre las pasiones humanas (1889)
  • La ley del número (1899)
  • Del amor : modo de acción y finalidad social (1900)
  • La coacción moral (1901)
  • Las Grandes obras de la civilización

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