ECONOMÍA POLÍTICA Y ECONOMÍA ACRÁTICA
I
La economía política es la ciencia más inexacta de cuantas existen: ni el dictado de ciencia merece. Fúndase en el egoísmo, el engaño, la ambición, la desconfianza y la injusticia. Tiende á generalizar, por medio de leyes que son otras tantas imposiciones, los principios más absurdos y anti-humanitarios.
La economía acrática, por el contrario, partiendo de la autonomía individual y del estudio del organismo humano sus variadas manifestaciones, tiende única y exclusivamente á mantener en todo tiempo la libertad inherente al hombre, para lo cual no se contenta con atacar los dogmas económicos existentes en la actualidad, se que también tiene la misión, por su esencia misma, de impedir que dogmas futuros sustituyan á los presentes.
Aquélla es la economía de los políticos, esto es, de los detentadores de la libertad; ésta es la economía de los anarquistas, de los que no admitimos legisladores sobre lo ilegislable. Aquélla es la bandera de los que sacrifican el bienestar y hasta la vida de miles de individuos con tal de garantizar un escandaloso sobrante á los que han seguido sus consejos con astucia y fortuna; ésta es el estandarte rojo de los que reclamos enérgicamente el derecho á la vida el bienestar para todos los seres humanos.
La primera nada garantiza, ya que el que por ella medra, por ella puede morir; la segunda es una garantía constante del libre desarrollo de todas las facultades individuales.
La economía política enseña al que tiene sobrante el camino que ha de seguir para tener mayor sobrante cada día. Con tal de llegar á este resultado, no titubea en hollar los principios más fundamentales de la naturaleza, en prostituir á la ciencia y en sumir en una miseria espantosa á los mismos que han de garantizar con su trabajo, su sangre y sus privaciones, el bienestar de sus satisfechos protegidos.
La economía acrática, tan generosa como la otra servil, tan lógica como la otra inconsecuente, tan científica como la otra sofistica, se contenta con reclamar la estricta aplicación de la leyes de la naturaleza, ya que en ella vivimos, y de elle somos hijos, y por sus mismas leyes nos regimos. Estas leyes se manifiestan de distintos modos, favorables unas veces, adversas otras. La misma ley de la fermentación que nos de al pan y el vino, origina la putrefacción y las epidemias. La misma lay de inercia que asegura nuestras habitaciones, nos has difícil arrancar á las minas sus tesoros minerales, á las selvas sus riquezas vegetales. El misma viento que hincha las velas de los barcos y nos ayuda á surcar los mares, produce ciclones y temporales que destrozan. La misma evaporación que engendra las lluvias y fertiliza nuestras campos, es la que origina el pedrisco que destruye nuestras coseches. El mismo arsénico que nos cuta en pequeñas dosis, nos mata tomado en mayor cantidad. Por doquier, envuelto en un origen de vida, encontramos un origen de muerte.
El animal, hasta el de organización más sencilla, lucha por la existencia, á cuyo efecto se defiende contra los agentes exteriores que le son contrarios y se aprovecha de los que son útiles para la vida y el desarrollo de sus facultades. El hombre, materia organizada y pensante, tiene el deber de luchar contra las manifestaciones adversas de la ley natural, á la vez que el derecho de aprovecharse de las que le son favorables, es decir, el deber de trabajar y el derecho de consumir, Pues bien, la economía política reserva los derechos á unos pocos y los deberes á la mayoría de la humanidad.
En el próximo articulo demostraremos que la economía acrática, dentro del terreno científico, harmoniza la libertad individual con el equitativo reparto de derechos y deberes.—T
II
Enfrente de la economía política, algunos hombres generosos y de sentimientos humanitarios, pusieron la economía social, que daba á la producción y al consumo nuevas leyes, con objeto de garantizar el derecho á la vida y emancipar el trabajo de la tutela del capital.
Pero has ocurrido con les economistas socialistas lo que antes ocurrió con los políticos. Emanados de individualidades pertenecientes á determinadas escuelas, los nuevos sistemas, aunque mucho mejores que los antiguos, han llevado consigo un sello de exclusivismo que no puede ser admitido, por los hombres que se precian de libres. Como consejos, como temas de estudio, pueden ser muy útiles esos manuales de economía político-social, llámense comunistas ó colectivistas; pero como sistemas de organización, deben ser enérgicamente combatidos.
La economía acrática no está escrita aún, por el mero hecho de ser indeterminada por esencia; lo cual equivale á decir que no puede tomar la forma de un sistema, pues siendo infinitas sus soluciones y además indefinidamente variables, no hacen en libro alguno ni puede abarcarlas el cerebro más privilegiado. Es la anarquía una idea filosófica y científica tan general, que no puede limitarse ni ceñirse á ciertos detalles; siendo ella aplicable á todos los problemas que interesan á la humanidad, no es lógico apelar al dogma para la resolución de ninguno de dichos problemas, y bajo este punto de vista, la economía acrática es la forma en que se presenta la anarquía al tratarse de los asuntos económicos, como el amor libre es la forma en que se presenta cuando de atracción y reproducción se trata.
Lo único que podemos hacer para ayudar á formarnos una idea de lo que podría hacer la anarquía en el terreno económico, es estudiar el organismo de la naturaleza en general y del sér humano en particular. Este presenta una variedad de organismos tan grande como el numero de individuos que habitan la tierra. Si, pues, no hubiera de tener lugar la lucha contra los agentes exteriores é interiores, el socialismo no tendría razón de ser. Pero como sea que esta lucha existe y el hombre no puede llevarla á cabo sin la cooperación de sus semejantes, se establecerán dos fuerzas económicas, originada la una por los agentes interiores y la otra por los exteriores: la resultante mecánica de estas dos fuerzas será el criterio económico de cada individuo, criterio que hubiera podido atropellar la democracia, pero que respetará la anarquía.
La libre manifestación de este criterio, y la realización de los actos que de él dependan para cada uno y todos los individuos de la familia humana, hé aquí la economía acrática, ilegislable, indeterminada, variable, ya que variables pueden ser a cada instante los elementos que la componen.
Todas las resultantes, muchas ó pocas, que sigan una misma dirección, se encontraran para poner en practica espontánea y anárquicamente aquellos sistemas momentáneos y transitorios de producción y consumo que podrán parecerse más ó menos al colectivismo, al comunismo ó á otro sistema, según sean las dos fuerzas componentes, esto es, el temperamento de los individuos, y la índole de las condiciones en que se verifica la lucha por la existencia.
Creemos haber dado una idea breve de lo que es la economía de los anarquistas enfrente de la economía de los políticos. Las corrientes actuales en el seno de las agrupaciones parecen indicar que así lo van comprendiendo nuestros compañeros y que pronto desecharán dos los dogmas económicos, como poco antes desecharon todos los dogmas políticos y religiosos.—T
III
Definidas ya ambas economías, conviene hacer notar algunas diferencias emanadas de las distintas interpretaciones que se dan á las palabras.
Empecemos por el orden. Para los políticos, el orden es el desarrollo pacifico de las organizaciones ficticias, sean ó no del gusto de aquellos que las han de poner en platica. Para los ácratas, el orden es el libre desarrollo de las tendencias naturales. El matrimonio indisoluble, el salario, el jilguero enjaulado, la ley, esas son manifestaciones de orden político. El amor libre, el pacto social, el jilguero que surca los aires, la autonomía individual, esas son fieles representaciones del orden natural, que es el que ha de informar todas las soluciones de la economía acrática.
La lucha es también muy distinta en ambos campos. Los políticos luchan para atacar; los anarquistas, para defenderse; los primeros par seguir robando, los segundos para que no les roben ya más; aquellos atacan á las personas, éstos á los hechos. A los anarquistas, poco les importan las personas A ó B; hay más aún: reconocen que esas personas no son más que indefectibles consecuencias de los sistemas, y comprenden que, muertas aquellas personas, otras ocuparían sus puestos mientras subsistiese el sistema, y por esto huyen del personalismo y lo que quieren destruir es el mismo sistema. Los políticos, al contrario, no tienen sistema fijo: cambian de partido como quien muda de camisa; los ideales poco les importan; generalmente, ni siquiera los tienen; lo que quieren es medrar á costa de las demás personas y labrar su felicidad sobre la miseria y los sufrimientos de los demás.
La economía política trata de favorecer á sus adeptos, enseñándoles la manera de engañar y hacer desgraciados á sus semejantes. La economía acrática es tan generosa y grande que no tiene adeptos: trata de favorecer á la humanidad entera, dando satisfacción á las necesidades de todos, incluso de aquellos que la combaten encarnizadamente.
La economía es además utópica, como lo hemos dejado probado en los artículos en que tratamos del capital y del interés compuesto; la economía acrática, por el contrario, es eminentemente practica, puesto que descansa en el hecho de que todos los hombres pueden ver cubiertas sus necesidades, según se desprende de los artículos “Los productos de la tierra” y “Los productos de la industria” insertos en los dos números anteriores.
La economía política está á punto de perecer, sepultada bajo las ruinas de edificio que ella misma edificó prostituyendo á la ciencia. Y la ciencia empieza ya á protestar contra su deshonra, y tiende los brazos á su hermana natural.
¡Paso á la economía acrática!—T.
Acracia 3 no. 26 (Febrero, 1888): 484-484; 3 no. 27 (Marzo, 1888): 518-520; 3 no. 28 (Abril, 1888): 551.